domingo, 9 de marzo de 2014

Pasado... Pisado?

Decidí que tengo que hacer una revisión de mi personalidad URGENTE, antes de que el destino me lleve a empujones a un abismo, de esos donde tirás la piedrita y nunca escuchás que toca el fondo.
Tengo la costumbre de querer (de "necesidad") mucho algo y terminar quemando el objeto de deseo, provocando una avalancha de espesa mierda que avasalla contra mí. Pero siempre, es algo impreso en mí, como si tuviera que vivir con lo que se presenta, no con lo que prentendo que sea. Bueno, en realidad la onda es vivir con lo que se presenta, pero creo que cada día se basa en solucionar los sudokus del destino y si te dan los tiempos, caminar hacia las metas. De todas formas, si hay algo que siempre se reventó a lo largo de mi vida, fue todo lo relacionado al amor.

Amor? Qué diantres es eso? Bueno, conozco el amor existente en una familia, pero me refiero al otro amor. Sí, al complicado de encontrar. Llámenlo media naranja, alma gemela, chongo, novio, o aquel gil (o gila, obviamente, pero como soy mujer me voy a referir al sexo por el que me siento atraída) que comparte tiempo con una, que da tanto como recibe cariño, que confía, que es honesto, responsable y pasional a la vez. PARÁ, eso existe?
Bueno, yo he creído encontrar a esa clase de infeliz un montón de veces. Tantas que se me hace interminable la cuenta, en el sentido de gustos (no es que estuve abriendo la chuchi por todos lados, me refiero al famoso "ay, me gusta este nabo, creo que es el ideal" y el tipo ni siquiera sabe mi nombre).

Me han gustado sátrapas a los que mis papás llamaron "pollo hervido", "Bob Patiño", "hongo", "Frankie", "gordo fofo", entre otras cosas (ay, viejos, los amo, recuerdo esas charlas y me cago de risa mientras escribo).
Yo creo que no soy exigente en cuanto a mi tipo ideal. Es decir, tengo preferencias (altos, con manos laaargas tipo extraterrestre, y que no le guste la cumbia), pero en general cada chabón ha sido muy diferente.

Por ejemplo, en el jardín me gustó el más cheto y agrandado de la salita: Francisco se llamaba (o se llama). Ese borrego creo que se creía el Dante del puto jardín. Todo el mundo le estaba atrás, incluso de otras salitas. Pero el sorete ni bola. Es más, ni se llevaba bien con las nenas. Al menos, con las de menos recursos. A mí nunca me habló (no sé qué quiero decir con eso...).
Yo vagué de colegio en colegio, por eso fue que tuve mil gustos extraños... En primer grado me gustaba un gilazo llamado Franco. Típico nene humilde y tierno que se sacaba buenas notas, típico al que lo emparejaban con la chica diez del salón, una piba que volví a ver en la facultad y que jamás derrumbó mi teoría de que era una pelotuda agrandada con "naveo", que se ponía a llorar si se sacaba un 9.50 (ella quería diez, e incluso en la facu era igual de asquerosa... Cornuda debe ser).
Bueno, pasó el tiempo, cambié de colegio y apareció Eduardo, un loco (que muy tarde descubrí que era loco, y su familia también lo era, por favor, qué garrón...) tan loco y violento y posesivo que no duró mucho en mi vida hasta que mis viejos tomaron cartas en el asunto y solucionaron todo de la mejor manera posible. Supongo que me gustaba porque fue el primer individuo masculino con el que me relacioné cuando entré a ese colegio. Cero amor.
Luego, "me enamoré" de un rubio de ojos claros, bizco (uh, sí), llamado Miguel. La señorita Mónica lo sabía, entonces un día decidió cambiarnos de bancos a todos, y yo de casualidad terminé sentada con él. Convivimos cerca de seis meses juntos, y fortalecí mi vínculo con los varones del curso. Me sentía poderosísima, fue la mejor época escolar que pude tener. Bueno, en realidad, sacando los reglazos que Miguel me daba en la mano cada vez que cruzaba a "su mitad" del banco, su olor a chivo ácido, entre otras cosas. Era gracioso. Todos los días Miguel trazaba una línea en la mesa y decía "vos allá, yo acá", jajaja. Un día aflojó, y empezamos a jugar de manos, éramos más cercanos, dejó de dibujar la línea, y nos cambiaron de lugar. Igual, el imbécil repitió de año, así que fue.
En ese mismo curso estaba Nicolás, el salame sex symbol que estaba disponible en el curso (si vieran a todos los pibes del curso entenderían por qué Nico era el más lindo), re buena onda, macanudo, cómico hasta la médula. Era muy agradable juntarse con él, pero qué pasaba? Había una mina que venía repitiendo de grado hasta que llegó al nuestro. Mayor que todos, de cara te la regalo, pero se vestía con ropa super provocativa sugiriendo que le miren las gomas (no dejaba de ser una negra de mierda, ordinaria, que se hacía la que escuchaba pop para pararles el poste a todos los negros que se le crucen, incluido Nicolás). Y todos estaban atrás de ella, y yo pasé a ser un pañuelo de descarga emocional del pibe este porque la flaca no le daba bola. Y no, a ella le gustaban DJs. Deos meo.
Luego me gustó Alan, otro que venía repitiendo, pero que se portó re bien conmigo porque nunca me tiró onda, aunque nunca supo que le gustaba. Otro flaco re macanudo y tierno, que incluso conoció a mis viejos y se llevaron una buena impresión de él. Bueno, al menos se adecuaba bien al medio social donde estaba, porque en el fondo era de esos fiesteros que no paran hasta caer doblados y llevados arrastrados a la casa... Como sea.
Cuando me di cuenta de que con Alan no iba ni venía, apareción Gastón. Un chico con unos ojos... Unos ojos!! Hermosos, morocho de tez blanca, pero ojos azules, re profundos. Me gustaba mucho, porque encima tenía un perfil bajísimo. Yo tenía un grupo de amigas y todas ellas, y todo el curso también, sabía que ese Gastón me encantaba. Qué pasó? Un día me enteré que en la biblioteca (típico sitio prohibido de la escuela, por ser propicio a actos pervertidos... digo, era un colegio de monjas, lógicamente. Incluso la capilla, las aulas vacías, el salón de actos, atrás del jardín de infantes, todos esos eran lugares de besitos, que hoy en día deben de haberse convertido en cojederos)... Bueno, decía, un día, lalala, que en la biblioteca una chica se tranzó a Gastón. Para mí era un chiste, porque el flaco era re serio, no me imaginaría que haría algo así, pero después pensé que en su curso habían minas re lindas así que no sería tan raro...Entonces fue una de las primeras veces en las que se me cayó el orto. Una de las chicas que sabía que me gustaba, aunque no era tan amiga mía, dijo "sí, fui yo. Me dijo que le gustaba y yo le dije 'querés apretar?' Y encima él me dijo 'no, quiero que seas mi novia', pero yo no lo dejé porque estaba con xxxx (nombre de algún negro de turno), así que fuimos a la biblioteca y listo". O sea, esta mina era una gorda destetada, con cara chata y rasgos espantosos, qué mierda le vio? Yo en ese entonces aún estaba pasable... Pudo haber sido peor, pero qué sé yo... De ahí en más fue como que cagaron todo y bueno, chau.
Mientras tanto! Desde los trece años iba a taekwondo, y un compañero de ahí llamado Maxi colmó mi atención. Era el colmo de humilde, honesto, simpático, y super dado con los demás. Ese fue mi primer amor más intenso. Pero era más platónico que otra cosa. Era como mi dios aparte, por eso siguieron pasando cosas, aunque él nunca dejaba de salir de mi mente.
A mis catorce años, yo mantenía una amistad con una mina del colegio primario (del mismo donde fui a jardín, es más, conocíamos a Francisco...), y una seguidilla de tardes en las que nos juntamos me presentó a compañeros del jardín. Un tal Cristian, que aún hoy no sé de dónde salió, pero recuerdo que era re pesado, decía que le gustaba y todo... Y Santiago, un pibe que tengo documentado por fotos que sí compartió conmigo el jardín. Fue un gusto inmediato, y lo mejor (o peor...) es que fue mutuo. Cuatro horas después de habernos visto, llamó por teléfono y me propuso ser la novia. Y yo acepté (ahora que lo pienso, qué cagadón, por Dios!), en fin... Con él tuve mi primer beso. Nada que ver a lo que esperaba, nada de mariposas ni nada, fue un... No sé, no encuentro una onomatopeya siquiera. Podría definirlo como "nada". Pero me sentía bien con él. Mi locura por Maxi había remitido un poco, así que estuve con este Santiago, saliendo a caminar, a veces a la casa, a veces a mi casa... Recuerdo que era época del mundial, no sé, encima que no me gustaba el fútbol, me fumé unos cuántos partidos. De repente, un día se colgó, y me dejó por msn, diciendo que no sabía qué le pasaba, y demás pelotudeces. No fue tan difícil de asimilar tampoco. En definitiva, si me dejó por chat no indicaba mucho amor. Pero inmediatamente retomé mi amor por Maxi, que me traía a casa en bici, íbamos a exhibiciones y torneos juntos... Todo era bello, pero siempre desde el mostrador. Nada más. Él pudo haberme recontra dado masa y yo me entregaba totalmente, pero qué hombre tan correcto, al menos conmigo... Tengo los mejores recuerdos con él, fue quien menos daño me hizo.
Mientras lo de Maxi iba a ritmo normal y pasó lo de Gastón (que fue casi a mis quince), por chat, de algún modo di con Juan Pablo, un rosarino tres años mayor que yo. Ahí iniciamos un tórrido romance que duraría casi tres años, y que terminó a mis dieciséis (por eso digo "mie tras tanto"). Íbamos a mil por hora, demasiado pendejos, muchas ilusiones y planes a futuro... Sin embargo, nada se concretó. Por una u otra razón, él decidió alejarse de mí por lo que más adelante aclaró, era por mi bien. Se dio cuenta de que los planes no se podrían llevar a cabo, iba a ser difícil, qué sé yo. Pero el boludo eligió una forma del orto para "irse". Se inventó una patología psiquiátrica y me tuvo a mí leyendo libros y apuntes de mi viejo para ver cómo podría ayudarlo. Creo que ese fue mi inicio en el patetismo.
Cuando me cambié de colegio, otra vez, y pasado el tema con Juan Pablo, me empezó a gustar un boludo llamado Emanuel. Alto, con rulos y manos de ovni. No tenía amigos varones, siempre rodeado de mujeres, todas lo re querían, él se quedaba a dormir en la casa de todas, hacían pijama parties, etc. (Cómo no lo pensé antes...?) La cosa fue que se enteró que me gustaba, e íbamos tirándonos onda, pero yo no me animaba a hacer nada "rarito" en el colegio, porque si me daba impresión ver a los del colegio anterior en los rincones a los apretones, sentía que me vería bastante mal en la misma circunstancia... Así que en la fiesta de egresados de tercer año (yo iba a primero, y él a segundo), nos encontramos. Ya para empezar, nunca me gustaron los boliches. Nunca había ido a uno, así que no sabía cómo debía ir vestida. Cuando nos vimos, me desabotonó el primer botón de la camisa (sí, lo tenía hasta el cuello) y me tomó de la mano, a bailar. Qué mina dura que era, por favor! Bueno, charla va, chamuyo viene, me besa. Wow! Ultra... lenguón! Yo en ese entonces odiaba los besos con lengua, y este pibe hizo que los odie muchísimo más. Re salvaje, y cuando se cansó, me dijo "ay, ahí vengo". Se fue al baño y volvió con las manos húmedas, y me acariciaba la cara. Eww... Bueno... Como yo no tenía mucha cancha con esto de las relaciones amorosas, era medio distante y cortante con él. Pero él no era ningún caballero. Una tarde de calor infernal me llevó a tomar helado, y luego a una peluquería con aire acondicionado donde yo tuve que esperarlo al sol. Otro día de frío, le pedí que me prestara su campera, encontré un pañuelo que creía era suyo, pero en unas condiciones de extremo maltrato (sangre, pegajoso, marcas de aceite de auto, no sé, petróleo?)... Y no tuve mejor idea que lavárselo. A mano. Y plancharlo. Cuando se lo devolví, se enojó: "por qué tenía que tocar sus cosas?". Frustrante. Ahí subí de nivel en mi barra de pateticismo. Pero posta, era un criminal, un potencial boludo. La cosa es que se empezó a ver con una de mis mejores amigas, aparentemente como amigos, y se distanció de mí, y bueno, de a poco todo eso se deshizo. Fue tan repentino que no me dio tiempo a sentir culpa ni odio, ni nada. Se fue.
Al otro año, yo ya estaba en segundo de polimodal, conocí a mi profesor de química, Sebastián. Quince años mayor que yo. Una salvajada. Pero qué tipo más lindo, ojos verdes, piel cenicienta, pelo negro azabache... Cómo me gustaba, encima daba unas clases de la puta madre. No sé si era mi supuesto amor por él o qué, pero desarrollé una pasión indescriptible por esa materia. Todos se burlaban de mí por eso, pero no me importaba siempre que él cada mañana me saludara y me sonriera (qué tiempos). La cosa fue que, poniendo en riesgo un montón de cosas, y encima siendo descubierta por mis viejos, le escribí una carta de dos páginas diciéndole cuánto significó para mí, lo mucho que lo estimaba, y que decidí que mi carrera a seguir sería la suya: Bioquímica. En ese entonces yo no tenía ni idea de qué carajo "ser cuando sea grande", y él fue mi inspiración. Para fin de año tuvimos una misa (si, otro colegio católico), y al volver al curso, como estábamos en la hora de su clase, aproveché y cuando se fué de casualidad, le dejé mi carta en sus carpetas. De ahí en más, sólo nos saludamos, pero para cuando terminé el colegio, le pedí que por favor me entregara el diploma, y lo hizo! Y aún conservo la foto que mi viejo reveló ampliada, de Sebastián y yo. Historia neutra pero debe ser una de las únicas que terminó normal. Lo he visto con el pasar de los años, en el micro, entre otros, pero siempre de lejos, nunca llegamos a saludarnos con un beso.
Ese enamoramiento pasó por mucho, porque mientras estaba en segundo, conocí a otro chico, otro de nombre Maxi, pero muy diferente al primero que conocí. Él fue el punto de inicio al caos en mi adolescencia, lo que daría lugar a una serie consecutiva de cagadas, y nuevos inútiles en mi vida.

Otro día voy a contar qué pasó en ese entonces. Cómo creí tocar el cielo pero en realidad era el infierno disfrazado. Cómo no valoré lo más importante que podría tener jamás, y lo dejé ir por una decisión mal tomada (y al pedo, eso es lo peor). Y cómo volví al ruedo de los gustos pelotudos.
También voy a contar en qué ando ahora, ya que eso es el motivo por el cual me sentí inspirada a rememorar situaciones que me llevaron de a poco a lo que soy: demandante, dependiente emocional, hiper sensible, posesiva... Tengo demasiados miedos, un millón de dudas e infinitos sueños que se ven opacados por la mala leche que tengo. Por pensar demasiado. Desear... y quemarlo todo. Realmente tengo que chequear cómo cambiar ciertos aspectos. A ver si la racha cadorcha que me rodea cambia un poco. El problema es que aunque todo está al horno, yo sigo teniendo esperanzas, y eso a la larga me destroza. Me siento confundida, no sé qué chota hacer. Sin embargo, a "palabra con A" (no voy a dar su identidad hasta que llegue el momento en la historia), lo adoro, y voy a mantener la fe.

LALALA, todo bien... Pero tengo mucho sueño, sueño de dormir, así que en algún momento - y espero antes de empezar las clases, ya que me daría mucha paja y nunca tendría el tiempo para completar todo lo que falta - voy a terminar este tema y a darlo por cerrado.
De momento, le voy a decir a mi mamá, que es la diosa del crochet, que me haga un novio como el que tiene la chica esta en la foto. Sólo eso me haría feliz. A esta altura ya ni necesito que hable, se mueva, me mime, o me coja. Sólo que me acompañe...

Carajo. Buenas noches.

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